Stony Brook University
The Graduate School
Doctoral Defense Announcement
Nationality and Lesbian Sexuality in Latina, Latin American, and Spanish Narrative
By
Margaret G. Frohlich
This dissertation examines the relation of national identity to sexual identity in
contemporary Hispanic novels and films of a lesbian theme. This diverse array of narratives eco
each other in many key ways and share in common an historical stage in which national
boundaries are in flux. Associated with waves of immigration and globalized economies, these
fluctuations call into question the essential quality of other social identifications, such as gender
and sexuality. The novels selected for this dissertation highlight the difficulties of affirming a
marginalized identity in this context without repeating the same modes of exclusion that
characterize marginalizing power relations.
Negotiations between lesbian and national identity are evident in narratives from the
1990’s, such as Con Pedigree by Lola Van Guardia (Isabel Franc) and the film Brincando el
charco directed by Frances Negrón-Muntaner. The interplay between nationality and sexuality
in a context of cultural and spatial border crossings works to destabilize the binaries local/global
and hetero/homo. Frequently a topic of lesbian fiction, the figure of the bisexual further
complicates these facile oppositions. La insensata geometría del amor by Susana Guzner and
Margins by Terri de la Peña explore sexual biases surrounding bisexuality and relate disputes
over sexual boundaries with national border tensions. These novels reveal the complex relation
of margin to center and how mechanisms of exclusion are perpetuated and produced in both
sites.
Lesbian fiction extends the topic of difference within lesbianism to the problematic of
difference within language. This genre frequently depicts characters engaged in the act of
writing, and the national inflection of this writing reflects the deterritorialization that
characterizes a minor literature, as defined by Deleuze and Guatarri. The novels Beatriz y los
cuerpos celestes by Lucía Etxebarria and Réquiem por una muñeca rota by Eve Gil further our
understanding of space-time ontology and lesbian identity by emphasizing characters’ discomfort
with the linear temporality that undergirds the historically intact nation. These novels indicate
the epistemological constraints on various figurations of sexuality and suggest the need for a
more nuanced understanding of the relation of national discourse to sexual discourse, one that
permits their interdependencies.
Date: August 28, 2006 Program: Hispanic Languages and Literature
Time: 2:00 Dissertation Advisor: Professor Lou Charnon-Deutsch
Place: Melville Library, N-3062

Cuando la belleza es horrible


La Jornada Semanal, 5 de noviembre del 2000
Ana García Bergua

Hace poco leía yo en una revista la docta opinión de un experto en belleza; no, no era un profesor de arte ni un doctor en estética, sino un maquillista. Decía que no existen las mujeres feas; sólo las que se cuidan y las que no se cuidan. Me pregunté de qué tendríamos que cuidarnos. También leí en otra revista que dentro de veinte años las mujeres de sesenta años podrán aparentar cuarenta. Me pregunté si yo querría aparentar algo así. Entonces pensé que la fealdad era una amenaza para los otros; que la belleza de las mujeres, en realidad, está teñida de locura y de espanto. Igual que en Réquiem por una muñeca rota, la novela de Eve Gil (Tierra Adentro, CNCA, 2000).
La belleza es horrible. Quiero decir, la belleza industrial de las modelos de los calendarios, la de las y los cantantes que se zangolotean en el televisor; la belleza obligatoria, por no decir el clisé de la belleza interior, que por ser otra obligación y aparte no existir, también es horrible. Réquiem por una muñeca rota trata, entre otras cosas, de ese espanto que es la belleza, de la carne triste con que se fabrica la pulpa de las flamantes páginas de las revistas de moda: niñas explotadas, futuras señoras suicidas, empelucadas, delirantes o sólo anoréxicas en el mejor de los casos. Figuras que venden el cuerpo en las revistas y las secciones de espectáculos de los diarios y que, a la vez, tienen que representar el papel de castas hijas de familia en las secciones de sociales. Esa falsa moral, en este país de doble vista, rompe a las niñas, las despedaza como muñecas y, sin embargo, preserva aquellas partes del cuerpo que podrán concebir hijas que también serán muñecas rotas.
La novela retrata un mundo que quizá para las mujeres educadas, profesionistas, no es tan familiar; ni siquiera se relaciona del todo con la pobreza, que como preocupación nos puede quedar más cerca. Sin embargo, lo respiramos todos los días, en el imperativo de lo femenino, en la angustia por poseer la belleza, por disimular la edad. Al leerla, una puede reaccionar como la mamá de Moramay, la protagonista, aquella señora que guarda las apariencias contra viento y marea, pertrechada tras su mandil de flores y su peinado de salón Paquita: qué desaseo, Eve, déjate ahí, ya no mezcles tantas palabrotas en tu estilo pulimentado, ni expongas esa angustia que se agazapa en el peluche, en los bombones rellenos de cereza, en los perritos falderos.
Moramay y Vanessa, las protagonistas de esta pieza esperpéntica, son hijas del puro disimulo: la gorda Moramay, la que sueña con ser escritora, es hija de un señor muy prominente, entre cuyas posesiones figuran todas las salas de cine de la capital. El papá de Vanessa –la pequeña modelo de trece años explotada por sus padres– es un viejo productor de telenovelas, cubano, especializado en marcar y estropear a las actrices que, por unos minutos de fulgor en la pantalla, deben pagar tributo en su diván. Las madres de ambas son señoras destrozadas, antiguas muñecas perfectas. La madre de Vanessa oculta los abusos del padre a su bella hija; la de Moramay, la violación de que ésta fue víctima a los cinco años. Por su parte, el padre de Moramay oculta a esta esposa y a esta hija de segunda mano, a los ojos de la alta sociedad a la que pertenece. Pareciera que Eve Gil nos dice: hay un acuerdo tácito por ocultar el horror bajo muchas capas de maquillaje; y las principales encargadas de hacerlo son, somos, oh paradoja atroz, las propias mujeres. Y pueden dedicar sus vidas enteras a hacerlo, a limpiar la humillación y el dolor como quien pasa fab sin descanso por los mosaicos de la cocina.
Moramay encuentra a Vanessa y se produce en ella una gran fascinación: su mejor amiga es como un espejo que le devuelve una imagen mejorada: tiene todo lo que a Moramay le falta. Ambas buscarán a los hombres –Vanessa especialmente– como si fuera una obligación, un deber. Pareciera que las apariencias no sirven si no ocultan nada, así que hay que mancillarse para ocultarse después. Un hombre le arruinará a Vanessa, a fuerza de chupetones, el cuerpo y de paso el negocio a su madre, que en ese momento la renta como modelo de ropa interior. Moramay ejercitará una sexualidad muy literaria convirtiendo en folletín por entregas los revolcones de la prefecta de la escuela. Ya arruinadas ambas, mancillada una en el cuerpo y la otra en la reputación, al borde del suicidio, Moramay y Vanessa terminarán por descubrir que, finalmente, no sólo la otra tiene lo que a la una le falta, sino que es todo lo que le falta; es decir, que sin ese mundo de disimulos y apariencias y poder, las dos estarían perfectamente felices, como la tía de Moramay, Lu, con sus novias del equipo de softball femenil las Diablas de Occidente.
Es notable el sentido del humor en esta novela, porque bajo su apariencia de superficialidad, sus referencias múltiples a las canciones de radio y los productos comerciales, termina siendo punzante y doloroso, como un fondo amargo que arrastrara los pequeños sonsonetes que arrullan la vida de la clase media mexicana. Asimismo, los ojos ocupan un lugar curioso y preponderante en la novela de Eve Gil; hay ojos verdes, ojos glaucos, ojos color amaretto, ojos color aceituna. Moramay, la ojona, imagina sus ojos verdes rodando como canicas en el piso; son ojos que miran con azoro, que buscan y hurgan bajo la apariencia, bajo la destructora imagen de la belleza. ¿Qué puede salvar a una mujer, parece preguntarse Eve, que no esté amenazada por la miseria, pero sí por esta conspiración de dietas y ropa de colores, por este tufo a melodrama, a gato siamés, a asfixia y a perfume de pureza supuesta que puede literalmente terminar con su vida, obligarla a renunciar a sus deseos, convertirla en una foto pegada a un papel? A Moramay la salvará la literatura, pero Vanessa quedará condenada, convertida su vida en una virtual pantalla de televisor que la encerrará: “Piensa que no todo es para siempre”, le dirá a su amiga a modo de consuelo, antes de separarse, “que algún día volveremos a reunirnos […], tal vez entonces tú ya seas una famosa escritora, como Corín Tellado… ¡y yo más popular que Yuri o Lucerito…!” Eso sí, luego besará a su amiga metiéndole la lengua hasta la garganta: después de todo, el verdadero amor vive en un plano paralelo a esta realidad, quizá detrás de los espejos.

La muñeca rota

JOSÉ PÉREZ CHOWELL, afamadísimo autor de la década de los 80 (¿quién no leyó Lo negro del negro Durazo?) y, por cierto, uno de los autores que Moramay leía a hurtadillas, escribe la siguiente nota sobre la novela donde se le nombra con nostalgia:
En la foto: "Defenderé el peso como a un perro"
Normalmente leemos un libro y nos quedamos con lo que nos quiere dar el autor a quien nos gustaría preguntarle por qué esto o lo otro, sin que tengamos la oportunidad de hacerlo, porque está allá en su mundo especial y los lectores aquí, en el de verdad.
Ahora estoy leyendo la novela “Réquiem por una Muñeca Rota”, de Eve Gil. Y sí, me dieron ganas de ir más allá del texto y saber qué tan verdadero o imaginativo es lo que nos da…
Eve Gil es una linda sonorense radicada en el Distrito Federal, encargada de la sección cultural de la revista “Siempre!”. En 1993 recibió mención honorífica en el Certamen Nacional de Poesía Anita Pompa de Trujillo; y en 1994 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Fernando Benítez.
Una mujer llena de éxitos y con mucho todavía por dar. ¡Ah, y es mi amiga! De pronto establecimos contacto epistolar vía Internet. Y ahí estamos, ya sabes, bien inmersos en el estimulante ritual de los elogios mutuos.
Por lo poco que la conozco sentí que la protagonista de “Réquiem por una Muñeca Rota” es ella misma y no quise quedarme con la tentación, preguntándole por correo electrónico si es lesbiana.
Cuando me referí a esto en el espacio radiofónico de cada tercer día (“La Crítica Literaria”), dentro del noticiario “En Contacto Informativo”, Gustavo Estrada Guerra me preguntó qué carambas me puede importar la sexualidad de cualquier persona.
Es que no me gusta quedar con dudas, aparte de que la prudencia no es algo que se me dé… Esto fue lo que me contestó Eve: “Ja, ja, ja, ja. Todo mundo me pregunta lo mismo, hasta me incluyeron en una lista muy divertida de Internet de escritoras lesbianas latinoamericanas… Y el que más se rió fue mi esposo…
“No, no soy lesbiana. Soy casada, tengo dos niñas y hasta antes de casarme era muy enamoradiza… de hombres”.
Me dio más información sobre la novela, que no transcribo para que la busques y leas. Te vas a divertir y escandalizar, pero te encontrarás con personajes de carne y hueso, algunos gratamente positivos y otros llenos de truculencias y maldad, pero reales.
Y ya le di a Eve mi punto de vista, en cuanto a la convicción que deja en mí su novela, puesto que significa que nos da justo lo que nos quiere vender, convenciéndonos de su verdad, el ideal de todo escritor.
No vayas a pensar, por favor, que de la respuesta a mi pregunta dependía la aceptación o no de la autora. Allá cada quien con su vida y tengo amigas lesbianas muy queridas y admiradas… No por su sentir, sino por su ser, hacer y dar, que es el reflejo de su espiritualidad.
Cuando escribí “Cecilia La Capitana” me sentí profundamente satisfecho, porque la protagonista es una mujer y conseguí dar la sensación de que realmente habla y actúa una mujer. Y no por eso me transformé… Fue en lo que pensé después de salir con mi impertinencia a la tolerante amiga Eve Gil, magnífica escritora.
perezchowell@hotmail.com


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